miércoles, 28 de marzo de 2012
Reinos de hierro 12: Duelo de hechiceros
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Pero el ataque no se produjo. En cambio, las legiones de no muertos se apartaron dejando pasar a las cuatro brujas no muertas y a su nueva líder que se aproximaron hacia las primeras filas rodeadas por un campo de energía que presagiaba que no sería posible atacarlas. Las brujas salmodiaban un extraño canturreo mientras su líder se dirigía a nosotros.
Era una mujer joven, de largos cabellos rubios y expresión serena. Probablemente la antítesis de la imagen tradicional de un nigromante. Con voz tranquila dijo que no tenía intención de matar a nadie más y que destruiría su ejército de no muertos si se le concedían dos únicas peticiones: el cuerpo de la líder del aquelarre muerta diez años atrás y el arma con la que se la ajustició y que fue enterrada con ella en la misma plaza en la que nos encontrábamos; concretamente bajo la estatua de Morrow.
Por un instante nos miramos atónitos ante sus peticiones pero antes de que lográramos articular palabra el conjuro de las brujas no muertas acabó y la estatua de Morrow salió despedida hacia el lago.
Antes de que pudiéramos reaccionar, un rayo de energía destrozó una fila de no muertos y a través del espacio que acababa de crear, se acercó un hombre de unos cuarenta años armado con una vara que chisporroteaba energía mágica.Tal y como lo vio, Leyton conjuró una bola de fuego que lanzó sobre él pero el recién llegado la resistió sin pestañear siquiera y se rió del “patético intento” de Leyton de acabar con su vida.
Hecho esto reclamó que se le entregara el arma de las ejecuciones a él ya que podría utilizarla contra la bruja y su ejército. Ambos hechiceros discutieron durante unos segundos mientras Leyton aprovechaba para explicarnos que el hombre se llamaba Oberen y había matado a su familia y que, por lo que él sabía se trataba de algún tipo de hechicero o fata malvado.
Nosotros estábamos indecisos. Ninguno de los dos contendientes parecía precisamente alguien de fiar pero éramos conscientes de que si no tomábamos algún tipo de decisión lo más probable es que cualquiera de ellos optara por destruirnos.
Finalmente el brujo pareció decidir que ya había discutido bastante e inició su avance hacia el lugar donde se encontraba la espada pero las brujas no muertas le distrajeron con sus hechizos el tiempo suficiente para que la mujer rubia cogiera el arma y el cadáver. Hecho esto las brujas se alejaron volando seguidas por el hechicero y, tal y como habían prometido el ejército de no muertos cayó al suelo sin atacar a nadie más.
Casi no podíamos creer lo sucedido y a pesar de que todavía no podíamos acabar de comprender lo sucedido con los hechiceros y el arma, suspiramos aliviados al ver que la amenaza parecía haber desaparecido. Los gritos de júbilo se alzaron por toda la plaza y, al cabo de unos minutos, toda la ciudad pareció volver a revivir mientras la gente que se había ocultado salía a la calle a festejar que la invasión había finalizado.
El Sol se alzaba en un nuevo amanecer y parecía que podíamos respirar tranquilos, al menos durante unas cuantas horas.
Fin de la primera parte de la Trilogía Fuego de brujas.
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Relatos anteriores:
- Reinos de Hierro – casting inicial
- Reinos de Hierro 1 – El viaje inicial
- Reinos de Hierro 2 – El ataque de los salvajes
- Reinos de Hierro 3 – Investigando a Darak
- Reinos de Hierro 4 – Emboscada
- Reinos de Hierro 5 – En busca de la cabaña de Darak
- Reinos de Hierro 6 – La capilla de Darak
- Reinos de Hierro 7 – Exploración e invasión
- Reinos de Hierro 8 - El camino a Corvis
- Reinos de Hierro 9 - Los bosques de Corvis
- Reinos de hierro 10 – La Fortaleza Ryker
- Reinos de hierro 11 – La noche más larga
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